En ese tiempo casi no se usaba maleta como ahora, todos de "linguera", era como un saco al hombro.
” A los 18 años cumplidos me dieron la subida para ir a trabajar. Uno llegaba a la ventanilla, le decían que tenía derecho a subir, daban el pase’ y nadie entraba (a Braden Copper), perdóneme la palabra, que ‘no le mataran los piojos’, en ese tiempo casi no se usaba maleta como ahora, todos de linguera’, era como un saco al hombro. La quitaban a obreros y hasta mujeres, para desinfectarla echándola a una rueda que daba vuelta, todos tenían que pasar por ahí. El tren partía de Rancagua, y llegar a Sewell era una fiesta, todos los que habían salido del turno iban a la estación a esperar gente. A usted lo conocieran o no, cualquiera llegaba y le decía ‘qui’ hubo gancho’, sabían que era nuevo y lo ayudaban. Recuerdo que Víctor Orrego me ‘mató el hambre’ a mí, dijo vamos a tomar once’ y me llevó al Hotel Aguilera. ‘ Que se sirve? con vergüenza, contesté una tacita de te. No iñor, como va a comer eso’, fue un ‘bistoco’ como de un kilo de carne, con huevo, lo que uno quisiera. Después le preguntaban ‘:para donde va a ir a trabajar ‘gancho’? en la construcción o a la mina?’, Usted decía a la mina, lo Ilevaban a ‘Romana’ y dejaban en el tren que subía a las siete de la tarde pa’ la mina. Y el “‘gallo’ que lo había convidado le pasaba cinco pesos, “tome ‘gancho’, para ir al teatro en el ‘Teniente C’.
Después de ‘Romana’, partí a trabajar a la mina, en el nivel D059S, al lado del B Norte. En esos años la mina no era fresca, ponían soplete (sopladores de aire comprimido) donde la persona trabajaba para darle un poco de aire. En el turno, sacaban unos ocho hombres asfixiados por el calor. Llenaban con agua unos tarros de 250 litros que traían aceite. Entonces los carreros se mojaban enteros, metiéndose dentro, después de vaciar unos diez carros. Le daban permiso para que trabajaran en calzoncillo, y unas camisetas sin mangas, porque no aguantaban las ocho horas en las ‘posturas'(de trabajo); el calor era inmenso.
En esos años, había que trabajar donde lo mandaban, a veces como un animal, pero todos peleaban por ‘el billete’, que compensaba. Era fuerza bruta porque ‘la mina era la mina’, a veces había que arrastrarse por el suelo, uno apenas cabía debajo, igual al carbón, claro que pagaban todo. Por eso le converso a mi hijo que ahora trabaja en la mina, yo llegué en el tiempo de las vacas gordas ‘bien alimentados y pagados’, y si usted era bueno para trabajar, los jefes lo recomendaban adentro”.
pág. 79, El Teniente Los Hombres del Mineral 1945 – 1995. Relato de José Pérez, jaulero durante la tragedia de El Humo.